Editorial.-
A cal y canto | Navarra.-
El fentanilo asusta a Trump. Debajo de esa imagen de pulcro empresario exitoso retumba constantemente la verdadera razón de sus movimientos geopolíticos. El magnate ha maquillado de guerra comercial su estrategia para controlar el tráfico del opiáceo. El discurso del presidente republicano enturbia la realidad norteamericana y no corresponde con los últimos datos esperanzadores que avalan que las sobredosis por fentanilo están descendiendo. Todavía es pronto para hablar de un control de esta sustancia, pero avances realizados en la etapa Biden han potenciado el uso de fármacos que reducen de manera eficaz las muertes por sobredosis. La investigación llevada a cabo por los demócratas estableció el empleo de buprenorfina y metadona para aquellas personas que sufrían trastorno de consumo de opioides. También apostaron por la naloxona, que se utiliza para revertir los efectos narcóticos de los opiáceos. Ambas estrategias han sido avances más eficaces que las propuestas antidrogas de Donald Trump. No le funcionaron del 2017 al 2021, cuando en EEUU pasaron de tener 28.466 víctimas por sobredosis de opiáceos sintéticos a 70.601; y no le van a funcionar ahora. La guerra química de China se coló en el continente y dejó a la potencia americana en entredicho. La DEA señaló al gobierno de Xi Jinping como presunto culpable de la elaboración de ingredientes ilegales con los que posteriormente se sintetizaba el fentanilo en laboratorios mexicanos. Desde el país natal del “Chapo” Guzmán, encarcelado en EEUU desde 2019, se introducía la sustancia a través de la frontera hasta las calles de Oregón. Allí ya había demanda. Eran los adictos al Oxycontin, un medicamento recetado una década anterior por farmacéuticas como Purdue, que aseguraban que no creaba adicción. Aquellas personas buscaban algo más fuerte que la heroína y lo encontraron. En 2020 y 2021 fallecieron más de 100.000 norteamericanos cada año. Este hecho, junto con la alta incidencia de muertes por COVID-19, ocasionaron una disminución de la esperanza de vida norteamericana. Pero la conspiración y el negacionismo distrajeron las atenciones de este tema y las centraron en el Capitolio. Ahora Trump vuelve con la excusa perfecta: drogas, inmigración e inseguridad. Así justifica la subida de aranceles a México, China y Canadá. Su intento por controlar la alta tasa de sobredosis letales pasa por dejar atrás la política de estudio y la colaboración científica con la que comenzaban a remitir las muertes. Prefiere centrarse en poner puertas al campo. En su plan perfecto, no puede cometer el error de blindar la franja sur de su territorio e ignorar a los más de 26.000 jornaleros mexicanos que acuden anualmente a territorio canadiense dentro del programa de Trabajadores Agrícolas Temporales. Por eso también quiere tener controladas las mugas con territorios fronterizos como Ontario, Alberta o Quebec. Con ambos frentes cerrados solo queda esperar a que el ingenio de las mafias del narcotráfico averigüen el modo para hacer llegar, de nuevo, el producto a sus clientes, los americanos.
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